En
el camino de la clarividencia, he encontrado almas con las que el
reconocimiento es inmediato, como si nos conociéramos desde siempre, desde lo
más profundo del alma. Aunque el ser humano posee la capacidad de la percepción
extrasensorial, no todos compartimos el mismo nivel de sensibilidad ni buscamos
desarrollarla. Sin embargo, cuando te encuentras con alguien que vibra en la
misma frecuencia, se crea un lazo especial y una conexión en la que las
palabras sobran y la comprensión fluye de manera natural.
Descubrir
a estas almas afines en el sendero de la clarividencia es un regalo inesperado.
De pronto, alguien comprende lo que has vivido en silencio, capta esas
experiencias que para muchos pueden parecer irreales o incomprensibles. No es
casualidad, sino parte de la interconexión del mundo espiritual, un espacio
único donde aquellos que logran sintonizar con su energía coinciden en
visiones, sensaciones y mensajes que trascienden el tiempo o el espacio.
Al
principio, la clarividencia puede sentirse como un desafío abrumador. La
incertidumbre, el miedo a lo desconocido y la falta de referentes con quienes
compartir estas experiencias pueden hacer que este camino parezca solitario.
Sin embargo, con el tiempo, aprendes que es un don, una capacidad que, si aceptas
y trabajas, puede brindarte experiencias maravillosas y profundas en conexión
con el universo.
Cada
persona vive la clarividencia de manera única, pero muchas comparten la
experiencia de recibir imágenes mentales, símbolos o percepciones espontáneas
sin una causa aparente. Estas manifestaciones pueden surgir en sueños, en
estados meditativos o incluso en plena vigilia. Aprender a distinguir entre lo
que proviene del subconsciente y lo que es un mensaje de otro tiempo o
dimensión es una parte fundamental del proceso. Fluir con estas percepciones
sin forzarlas, pero sin ignorarlas, permite desarrollar una relación armoniosa
con este don.
Para
quienes hemos tenido la clarividencia abierta desde la infancia, comprender su
impacto emocional y psicológico ha sido un proceso largo un tanto abrumador. La sobrecarga sensorial
es una realidad con la que se aprende a lidiar, ya que recibir demasiada
información de golpe puede generar ansiedad, miedo o confusión. Especialmente
cuando las visiones están relacionadas con eventos futuros o desconocidos, el
reto mayor es discernir si lo que se percibe es una intuición legítima o una
construcción mental influenciada por nuestras propias emociones y pensamientos.
El
sentimiento de incomprensión es otra constante en este camino. Muchas personas
clarividentes pueden sentirse juzgadas o aisladas, ya que este fenómeno no es
aceptado o entendido por todos. Por ello, es común que busquemos compartir
nuestras experiencias solo con círculos de confianza, donde el juicio se
sustituye por la empatía y el entendimiento.
Aquellos
que aceptamos nuestra clarividencia solemos buscar formas de desarrollarla y
controlarla de manera saludable. La meditación es una herramienta clave para
mejorar la concentración, reducir la sobrecarga sensorial y fortalecer la
intuición. Llevar un diario de percepciones ayuda a identificar patrones, así
como mejorar la interpretación de los mensajes recibidos. Además, aprender
técnicas de protección energética es fundamental para evitar la fatiga mental y
emocional que puede derivarse de la constante exposición a estas experiencias.
Vivir
con clarividencia es un viaje desafiante, pero también profundamente
enriquecedor. Encontrar el equilibrio entre la percepción, la interpretación y
la vida cotidiana es esencial para quienes experimentamos este fenómeno. Con el
tiempo, aprendemos que este don no solo nos brinda acceso a una realidad más
amplia, sino que también nos invita a un camino de autoconocimiento,
crecimiento y conexión con el universo en su forma más pura.
Vivámoslo
desde el amor y la conciencia.
Isabella
Ameyalli
Radin, D. (1997). The conscious universe: The scientific truth of psychic phenomena. HarperOne.
Rhine, J. B. (1952). The reach of the mind. William Sloane Associates.
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